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Abraham Valdelomar
Escritor
peruano. Nació en la ciudad de Ica el 27 de abril de 1888 y murió en
Ayacucho el 3 de noviembre de 1919. Abraham Valdelomar fue hijo de
Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de Carolina Pinto. Siguió sus estudios
primarios en la ciudad de Pisco y en la Escuela Municipal Nº 3 de
Chincha, y los secundarios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de
Guadalupe de Lima (1900-04), donde fundó la revista La Idea Guadalupana (1903) al lado de su compañero Manuel A. Bedoya.
En
1905 Valdelomar se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, pero dejó las clases al año siguiente para emplearse como
dibujante en las revistas Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Actualidades, Cinema y Gil Blas, donde también trabajó como director artístico.
En 1909 publicó sus primeros versos de estilo modernista en la revista Contemporáneos
y al año siguiente decidió reanudar sus estudios, aunque la universidad
nunca le interesó mucho, y en 1913 terminó por abandonarla
definitivamente.
En 1910, a raíz de un conflicto con
Ecuador, Abraham Valdelomar sentó plaza de soldado como integrante del
"Batallón Universitario", formado por estudiantes de San Marcos, y
durante el acuartelamiento escribió una serie de crónicas bajo el título
"Con la argelina al viento" que fueron publicadas en El Diario y La
Opinión Nacional de Lima entre abril y junio de 1910, y que le valieron
un premio por parte del Municipio de Lima; posteriormente viajó con una
delegación universitaria al sur del país, visitando Arequipa, Cuzco y
Puno.
El mismo año de 1910 aparecieron publicados los primeros cuentos de Valdelomar en las revistas Variedades e Ilustración Peruana, y al año siguiente aparecieron por entregas en las mismas revistas sus novelas cortas La ciudad de los tísicos y La ciudad muerta
-donde hizo manifiesta la influencia recibida por parte del escritor
italiano Gabriele D´Annunzio-, iniciando también su colaboración con el
diario La Prensa de la capital peruana. En 1912 participó en la campaña
presidencial de Guillermo Billinghurst, siendo elegido presidente del
Centro Universitario billinghurista, y, luego del triunfo de su
candidato, llegó a ser nombrado administrador de la Imprenta del Estado y
director del diario oficial El Peruano (X-1912 a V-1913).
Valdelomar renunció a ambos cargos luego de ser nombrado Segundo
Secretario de la Legación del Perú en Italia (12-V-1913), embarcándose
con destino a Europa el 30 de mayo. Después de pasar por Panamá, Cuba y
Nueva York, llegó a Roma (7-VIII-1913), asumiendo inmediatamente sus
funciones. Su estancia en esta ciudad la aprovechó para escribir una
serie de artículos que bajo el nombre de "Crónicas de Roma" publicó en
los diarios limeños La Nación (XI-1913 a I-1914) y La Opinión Nacional
(V-1914 a VII-1914), pero definitivamente lo más importante de su
estancia en Italia fue su participación en el concurso literario
organizado por La Nación con el cuento "El Caballero Carmelo", que
resultó ganador del primer premio (3-I-1914). Luego de enterarse del
derrocamiento del presidente Billinghurst, renunció a su cargo
diplomático (6-II-1914) y regresó a Lima.
De nuevo en
la capital peruana, y luego de una fugaz detención por conspirar contra
el nuevo gobierno (VI-1914), Valdelomar comenzó a trabajar como
secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero
(1914-15). Bajo la influencia de Riva-Agüero escribió su primer libro
titulado La Mariscala (Lima, 1914), biografía novelada de
Francisca Zubiaga (1803-35), esposa del presidente Agustín Gamarra y
figura importante de la política peruana durante algunos años. Para
entonces Valdelomar ya era un colaborador frecuente de numerosas
publicaciones limeñas como los diarios El Comercio y La Crónica, y las
revistas Balnearios, Mundo Limeño y Variedades, en las que publicaba sus poemas, cuentos y artículos.
Sin
embargo, su labor como periodista estuvo ligada al diario La Prensa,
donde tuvo a cargo la sección "Palabras" desde julio de 1915 hasta su
alejamiento del diario en 1918. También publicó en La Prensa sus
"Crónicas frágiles", donde hizo conocido su seudónimo de El Conde de Lemos;
y los "Diálogos máximos", a manera de conversaciones entre dos
personajes, Manlio y Aristipo, a través de los cuales descubrimos las
personalidades de Valdelomar y del escritor José Carlos Mariátegui.
Abraham Valdelomar también publicó en el mismo diario
sus crónicas tituladas "Impresiones"; la columna "Fuegos fatuos", donde
desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre
la guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de "Al margen del
cable". En 1917 ganó el concurso organizado por el Círculo de
Periodistas del Perú con su artículo "Ensayo sobre la sicología del
gallinazo".
Valdelomar, quien a su regreso de Europa
se había convertido en el líder de un grupo de jóvenes escritores,
decidió fundar su propia revista literaria, donde pudiera exponer los
trabajos que estuvieran acordes con los gustos literarios de la nueva
generación que representaba. Así, el 15 de enero de 1916 apareció el
primer número de Colónida, revista dirigida por Valdelomar que a pesar
de su corta duración -sólo publicó cuatro números, el último de mayo de
1916- tuvo una gran repercusión en el ambiente cultural peruano, al
punto que comenzó a hablarse de un "movimiento Colónida".
Sin
embargo, la importancia de esta revista no puede ser magnificada. Se
ha sostenido que la revista pretendía ser una bandera de revolución
estética y un intento de dar a conocer a los nuevos escritores
provincianos, pero es indudable que sus resultados no fueron siempre los
deseables. A pesar de todo, habría que reconocerle el mérito de
rescatar del olvido la figura de José María Eguren (1874-42), el primer
escritor peruano que merece con justicia el calificativo de poeta.
El mismo año se publicó el libro Las Voces Múltiples
(Lima, 1916), que reunía poesías de ocho escritores vinculados a
Colónida, entre ellos Valdelomar. El libro recoge los poemas "El hermano
ausente en la cena de Pascua ..." y "Tristitia", considerados los
mejores de su producción poética, donde se describe el ambiente familiar
y la sensación de ausencia y soledad que embarga al poeta.
Posteriormente publicó los que serían sus últimos libros: Belmonte, el trágico, Ensayo de una estética futura a través del arte nuevo
(Lima 1918), sobre la filosofía estética del toreo en Juan Belmonte
-tema sobre el que confiesa no encontrarse versado-, y su exitoso primer
volumen de cuentos bajo el título de El Caballero Carmelo (Lima, 1918).
En
enero de 1918 renunció a su puesto de redactor en La Prensa y comenzó
una breve colaboración con la revista Sud América. Es entonces cuando el
escritor decide recorrer el territorio peruano como conferenciante,
para lo cual emprendió un viaje al norte del país (V-1918 a XII-1918)
visitando las ciudades de Trujillo, Cajamarca, Chiclayo y Piura, así
como diversos pueblos en los cuales dio charlas sobre temas estéticos,
patrióticos y sociales. Mientras, tanto había postulado a la diputación
regional de Ica y, al ser elegido para el cargo (24-VIII-1919), viajó a
la ciudad de Ayacucho, sede del Congreso Regional del Centro.
El
1º de noviembre de 1919 Abraham Valdelomar sufrió un accidente mientras
participaba en la segunda sesión preparatoria del Congreso, a
consecuencia del cual murió al cabo de dos días, siendo trasladados sus
restos a Lima, luego de ser embalsamados. Póstumamente se publicó Los hijos del sol (cuentos incaicos, Lima, 1921), conjunto de relatos escritos alrededor del año 1910, y Tríptico heroico
(Lima, 1921), libro de poemas patrióticos dedicados a los niños de las
escuelas del Perú. Su obra literaria, formada por los pocos libros que
publicó y sus trabajos que se encuentran desperdigados en numerosas
publicaciones periódicas, ha sido objeto de diversas recopilaciones, la
última -y también la más completa- con el título de Obras (2 vols., Lima 1988).
Abraham
Valdelomar es un caso excepcional dentro de la literatura peruana.
Elogiado y atacado en vida como ningún otro escritor de su país, estuvo
decidido a triunfar en su medio para lo cual no dudó en adoptar posturas
desafiantes y escandalosas a la manera de Oscar Wilde, a quien
seguramente quiso imitar. Sin embargo, detrás del decadentismo que solía
mostrar en público y su apego a las frases brillantes e irónicas, se
descubre un auténtico temperamento artístico, lleno de sentimiento y
nostalgia, que se manifiesta en sus mejores poemas y en los cuentos
criollos que forman su libro El Caballero Carmelo. Este contiene algunos de los mejores relatos escritos en el Perú.
Producción literaria
Novelas
Cuentos
Valdelomar reunió sus cuentos criollos en un libro titulado La aldea encantada (1914) el cual no llegó a publicarse. Luego dichos cuentos formaron parte de su libro antológico El caballero Carmelo (Lima, 1918). Un segundo libro suyo de cuentos, Los hijos del Sol, inspirado en el pasado incaico, fue publicado después de su muerte (Lima, 1921).Todos los cuentos reunidos en dichos libros, sumados a otros recopilados de periódicos y revistas, se pueden organizar, siguiendo las denominaciones dadas por el mismo autor, de la siguiente manera:
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Poesía
Su poesía, diseminada entre su prosa publicada en diarios y revistas, ha sido recogida en recopilaciones hechas después de su fallecimiento. En vida el autor publicó diez de sus composiciones poéticas en el libro antológico Las voces múltiples (Lima, 1916).A continuación, una lista de sus composiciones poéticas en orden cronológico:
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Prosa poética
- 1918 - Tríptico heroico:
- Oración a la bandera
- Invocación a la patria
- Oración a San Martín
Teatro
- 1911 - El vuelo (Drama en dos actos inspirado en el vuelo fatídico de Carlos Tenaud, pionero de la aviación peruana. Se conservan solo fragmentos)
- 1916 - La mariscala (Drama en verso, en 6 jornadas, escrita en colaboración con José Carlos Mariátegui)
- 1917 - Verdolaga (Tragedia pastoril en 3 actos de la que solo se conservan fragmentos)
- ¿...? - Palabras (Tragedia modernista y alegórica en 1 acto)
Ensayos
- 1915 - La psicología de las tortugas
- 1916 - Ensayo sobre la caricatura
- 1916 - El estómago de la Ciudad de los Reyes
- 1916 - Psicología del cerdo agonizante
- 1917 - Literatura de manicomio
- 1917 - Valores fundamentales de la danza. Primer premio del Ateneo de Lima - Concurso del Círculo de Periodistas, 1917.
- 1917 - Ensayo sobre la psicología del gallinazo. Primer Premio, Presidente de la República - Concurso del Círculo de Periodistas, 1917.
- 1918 - Belmonte, el trágico. Ensayo de una estética futura a través del arte nuevo (libro de ensayos).
Crónicas y reportajes
- 1910 - Hacia el trono del sol
- 1910 - Con la argelina al viento. Medalla de la Municipalidad de Lima, 1911.
- 1913 - Crónicas de Roma
- 1915 - Reportaje al Señor de los Milagros
Narraciones y crónicas históricas
LA VIDA Y OBRAS DE ABRAHAM VALDELOMAR
EL CABALLERO CARMELO
Los hechos relatados transcurren en Pisco,
en torno a la familia del narrador, quien recuerda en primera persona
un episodio imborrable que vivió en su niñez, a fines del siglo XIX. Un
día, después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia,
llegó cabalgando cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada
uno entregó un regalo; pero el que más impacto causó fue el que entregó a
su padre: un gallo de pelea de impresionante color y porte. Le pusieron
por nombre el «Caballero Carmelo» y pronto se convirtió en un gran
peleador, ganador en múltiples duelos gallísticos. Ya viejo, el gallo
fue retirado del oficio y todos esperaban que culminaría sus días de
muerte natural. Pero cierto día el padre, herido en su amor propio
cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo» no era un gallo de
raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro gallo de
fama, el «Ajiseco», que aunque no se igualaba en experiencia con el
«Carmelo», tenía sin embargo la ventaja de ser más joven. Hubo
sentimiento de pena en toda la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya
no estaba para esas lides. Pero no hubo marcha atrás, la pelea estaba
pactada y se efectuaría en el día de la Patria, el 28 de julio,
en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el día, los niños varones de
la familia acudieron a observar el espectáculo, acompañando al padre.
Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes vestidos con sus
mejores trajes. Las peleas de gallos se realizaban en una pequeña cancha
adecuada para la ocasión. Luego de una interesante pelea gallística les
tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo». Las apuestas vinieron y como
era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco».
El «Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del
contrincante y no picaba jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco»
pretendía imponerse a base de fuerza y aletazos. Repentinamente, vino
una confrontación en el aire, los dos contrincantes saltaron. El
«Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de sangre corrió por su
pierna. Las apuestas aumentaron a favor del «Ajiseco». Pero el «Carmelo»
no se dio por vencido; herido en carne propia pareció acordarse de sus
viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue cruel e indecisa y
llegó un momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los
partidarios del «Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien
estaba atento, se dio cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó.
«¡Todavía no ha enterrado el pico señores!». Y, efectivamente, el
«Carmelo» sacó el coraje que sólo los gallos de alcurnia poseen: cual
soldado herido, arremetió con toda su fuerza y de una sola estocada
hirió mortalmente al «Ajiseco», quien terminó por «enterrar el pico». El
«Carmelo» había ganado la pelea pero quedó gravemente herido. Todos
felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del circo
contentos de haber visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue
conducido por Abraham hacia la casa, y aunque toda la familia se prodigó
en su atención, no lograron reanimarlo. Tras sobrevivir dos días, el
«Carmelo» se levantó al atardecer mirando el horizonte, batió las alas y
cantó por última vez, para luego desplomarse y morir apaciblemente,
mirando amorosamente a sus amos. Toda la familia quedó apesadumbrada y
cenó en silencio aquella noche. Según palabras del autor, esa fue la
historia de un gallo de raza, último vástago de aquellos gallos de pelea
que fueron orgullo por mucho tiempo del valle del Caucato, fértil
región de Ica donde se forjaban dichos paladines.
Inmediata a dicho puerto, yendo por el camino de la playa hacia el sur, estaba la caleta de San Andrés de los pescadores, «aldea de gentes sencillas, que eleva sus casuchas entre la rumorosa orilla y el estéril desierto». Esa es la «aldea encantada» que el autor evoca constantemente en sus cuentos criollos, la misma donde se realizaban peleas de gallos en el marco de la celebración del aniversario patrio del 28 de julio.
En las cercanías de Pisco y en la ruta hacia Ica, se extendía la Hacienda Caucato, que ocupaba un verde y fértil valle, copioso de árboles frutales, explotado antaño por los jesuitas. Era la tierra del Carmelo y de otros gallos de pelea de la región.
Habría que mencionar también al gallo «Pelado», el protagonista de la sección II del cuento. Este es otro gallo de estirpe, que fue suplantado por el Carmelo en las preferencias de la familia.
El otro personaje principal es el narrador y testigo de la historia, es decir el mismo Abraham Valdelomar, que cuando aquella transcurre debía tener entre 8 y 9 años de edad, no más (algunas versiones dicen que tenía entonces 12 años, pero esto es improbable, ya que cerca de cumplir 11 años abandonó Pisco con toda su familia y se fue a vivir a Chincha).
Luego están los integrantes de la familia del narrador:
A continuación, un resumen del cuento por capítulos, para tener una visión global de su estructura.
I.- El relato se inicia con la llegada de Roberto, hermano mayor del narrador, quien trae regalos para la familia. A su padre le obsequia un gallo carmelo, que será conocido como el «Caballero Carmelo» y llegará a ser el preferido de todos.
II.- Empieza describiendo el amanecer en Pisco, la partida del padre hacía su trabajo, la llegada del panadero. Los niños se encargan de alimentar a los animales del corral, cuya descripción detallada se hace. Entre estos destaca un gallo llamado el «Pelado», quien, pendenciero y escandaloso, se escapa y se mete en el comedor causando destrozos. Enterado el padre, sentencia que el «Pelado» sería sacrificado para el almuerzo del domingo. El dueño del gallo, Anfiloquio (uno de los hermanos de Abraham), protesta por esta decisión y trata de argüir razones para salvarlo. Pero la decisión ya estaba tomada. El muchacho entonces llora impotente, ante lo cual interviene la madre, quien le promete que no matarían a su gallo.
III.- El narrador hace una descripción de Pisco, frente al mar, con sus tres plazuelas y su puerto. Mas al sur, yendo por el camino de la costa, se llegaba a la aldea de San Andrés de los Pescadores, poblada de gentes sencillas, dedicadas a la pesca y el comercio, descendientes de las poblaciones nativas o «hijos del sol». De estos aldeanos el narrador hace una descripción idílica (en algunas versiones del cuento, sobre toda en aquellas destinadas a los escolares, se mutila inexplicablemente esta sección).
IV.- Comienza con la descripción del gallo Carmelo, a quien el narrador pinta con trazos de caballero medieval. Habían pasado ya tres años de que llegara el gallo a casa y había envejecido, luego de ser ganador en varios duelos con otros gallos de la región. Pero entonces la familia recibe una noticia aterradora: el padre, molesto porque alguien había dicho que su gallo no era de raza, lo volvería a hacer pelear, esta vez con otro gallo más joven, el Ajiseco. El duelo se pacta para el día 28 de julio, día de la patria, en la aldea de San Andrés. Un hombre viene seis días consecutivos para entrenar al Carmelo. Finalmente llega el día esperado y se llevan al Carmelo, ante las protestas de la madre y el llanto de las niñas. Una de ellas, Jesús, ruega a Abraham que lo siga y lo cuide.
V.- El pueblo de San Andrés se halla engalanado para la fiesta. La pelea de los gallos se realiza en una pequeña cancha, a la que asiste mucha gente, entre apostadores y espectadores. Al frente se halla el juez, es decir, el dirimente de la pelea. Luego de una pelea preliminar, empieza el duelo entre el Carmelo y el Ajiseco. El favorito de los apostadores era este último, y todos creían que sería el ganador. Pero luego de una reñida pelea, el Carmelo se alza con el triunfo, aunque queda gravemente herido. Todos felicitan al padre de Abraham por la victoria de su gallo de pelea. Abraham carga al Carmelo y se lo lleva a casa.
VI.- Dos días estuvo el Carmelo sometido a toda clase de cuidados. Pero todo es en vano y expira, luego de dar su último canto, ante la consternación de toda la familia.
En este cuento encontramos también descripciones de fino impresionismo y una prosa que pone en relieve detalles llenos de colorido, en una estrategia cuya pretensión es dar vitalidad a los hechos comunes, a las cosas sencillas,como por ejemplo, la enumeración de las viandas que el hermano mayor distribuye a los miembros de la familia:
Por su lenguaje, materia y referencia, «El caballero Carmelo» y los demás cuentos criollos representaron una saludable superación del artificio y cultismo extremo de la prosa modernista, todavía en boga.
Si bien hemos remarcado el carácter autobiográfico del cuento, ello
no necesariamente es una regla estricta, ya que el autor, como todo
creador literario, sin duda ha debido recrear la historia, agregando
muchos detalles ficticios o inventados. El mismo lo explicaba en una
carta a su madre, al referirse a una colección de cuentos criollos,
ambientados también en Pisco en los años de su niñez: «Naturalmente, hay mucho de fantasía, pero mucho de verdad, sobre todo en la descripción de ciertas cosas».10
Tampoco Valdelomar se preocupó de reconstruir con fidelidad los detalles referentes a las peleas de gallos y a las características de estos animales, tal como lo ha demostrado Marco Aurelio Denegri en su libro Arte y Ciencia de la Gallística (Kavia Cobaya editores, Lima, 1999), citada por el biógrafo del escritor, Manuel Miguel del Priego:
Algunos intentan «dilucidar» en el cuento un mensaje contrario a las peleas de gallos; sin embargo no es esa la intención del escritor. Lo que entristece al niño Abraham y a sus hermanos es que se haga pelear a un animal ya viejo, con el grave riesgo de que sucumba frente a un rival más joven. De acuerdo al contexto cultural de entonces (y aun de ahora) se considera que el gallo de pelea nace y vive para pelear (lo mismo se diría de un toro de lidia), al menos hasta donde las fuerzas lo permitan; no hay ninguna objeción al respecto, incluso el autor idealiza la lucha gallística y la compara con los duelos de caballeros medievales. Si se quiere entresacar mensajes del relato, estos serían:
Escenarios
La casa donde convivía la numerosa familia del narrador, personajes de esta historia, se hallaba en la ciudad de Pisco, situada frente al mar, con tres plazuelas (una de ellas la principal) y su muelle, ciudad que entonces más parecía una aldea grande.Inmediata a dicho puerto, yendo por el camino de la playa hacia el sur, estaba la caleta de San Andrés de los pescadores, «aldea de gentes sencillas, que eleva sus casuchas entre la rumorosa orilla y el estéril desierto». Esa es la «aldea encantada» que el autor evoca constantemente en sus cuentos criollos, la misma donde se realizaban peleas de gallos en el marco de la celebración del aniversario patrio del 28 de julio.
En las cercanías de Pisco y en la ruta hacia Ica, se extendía la Hacienda Caucato, que ocupaba un verde y fértil valle, copioso de árboles frutales, explotado antaño por los jesuitas. Era la tierra del Carmelo y de otros gallos de pelea de la región.
Personajes
Caso insólito en la literatura peruana hasta ese entonces (aunque no en la hispanoamericana), que los personajes principales sean animales, en este caso dos gallos de pelea:- El Carmelo y,
- El Ajiseco
Habría que mencionar también al gallo «Pelado», el protagonista de la sección II del cuento. Este es otro gallo de estirpe, que fue suplantado por el Carmelo en las preferencias de la familia.
El otro personaje principal es el narrador y testigo de la historia, es decir el mismo Abraham Valdelomar, que cuando aquella transcurre debía tener entre 8 y 9 años de edad, no más (algunas versiones dicen que tenía entonces 12 años, pero esto es improbable, ya que cerca de cumplir 11 años abandonó Pisco con toda su familia y se fue a vivir a Chincha).
Luego están los integrantes de la familia del narrador:
- Los padres (cuyos nombres no se mencionan). El padre, el aficionado de la gallística, se levantaba temprano para ir a trabajar. La madre se dedicaba a las tareas del hogar y al cuidado de sus 6 hijos menores todavía.
- Los hermanos:
- Roberto, el mayor, quien retorna al hogar luego de un largo viaje trayendo regalos.
- Anfiloquio, el protector del gallo «Pelado».
- Rosa, la hermana mayor.
- Jesús, una niña muy inquieta y sensible, de menor edad de Abraham.
- Héctor, sin duda muy pequeño aún, pues no participa en la historia y solo se le menciona como uno de los receptores de los regalos del hermano mayor.
Análisis estructural
El cuento está dividido en seis secciones o capítulos cortos. Cronológicamente el relato es lineal, con la clásica secuencia: inicio – desarrollo – clímax – desenlace.- Inicio (la llegada del Carmelo).
- Desarrollo (la descripción del entorno y los preparativos de la pelea entre el Carmelo y el Ajiseco).
- Clímax (la pelea entre el Carmelo y el Ajiseco, y el triunfo del primero).
- Desenlace (la muerte del Carmelo en el seno del hogar).
A continuación, un resumen del cuento por capítulos, para tener una visión global de su estructura.
I.- El relato se inicia con la llegada de Roberto, hermano mayor del narrador, quien trae regalos para la familia. A su padre le obsequia un gallo carmelo, que será conocido como el «Caballero Carmelo» y llegará a ser el preferido de todos.
II.- Empieza describiendo el amanecer en Pisco, la partida del padre hacía su trabajo, la llegada del panadero. Los niños se encargan de alimentar a los animales del corral, cuya descripción detallada se hace. Entre estos destaca un gallo llamado el «Pelado», quien, pendenciero y escandaloso, se escapa y se mete en el comedor causando destrozos. Enterado el padre, sentencia que el «Pelado» sería sacrificado para el almuerzo del domingo. El dueño del gallo, Anfiloquio (uno de los hermanos de Abraham), protesta por esta decisión y trata de argüir razones para salvarlo. Pero la decisión ya estaba tomada. El muchacho entonces llora impotente, ante lo cual interviene la madre, quien le promete que no matarían a su gallo.
III.- El narrador hace una descripción de Pisco, frente al mar, con sus tres plazuelas y su puerto. Mas al sur, yendo por el camino de la costa, se llegaba a la aldea de San Andrés de los Pescadores, poblada de gentes sencillas, dedicadas a la pesca y el comercio, descendientes de las poblaciones nativas o «hijos del sol». De estos aldeanos el narrador hace una descripción idílica (en algunas versiones del cuento, sobre toda en aquellas destinadas a los escolares, se mutila inexplicablemente esta sección).
IV.- Comienza con la descripción del gallo Carmelo, a quien el narrador pinta con trazos de caballero medieval. Habían pasado ya tres años de que llegara el gallo a casa y había envejecido, luego de ser ganador en varios duelos con otros gallos de la región. Pero entonces la familia recibe una noticia aterradora: el padre, molesto porque alguien había dicho que su gallo no era de raza, lo volvería a hacer pelear, esta vez con otro gallo más joven, el Ajiseco. El duelo se pacta para el día 28 de julio, día de la patria, en la aldea de San Andrés. Un hombre viene seis días consecutivos para entrenar al Carmelo. Finalmente llega el día esperado y se llevan al Carmelo, ante las protestas de la madre y el llanto de las niñas. Una de ellas, Jesús, ruega a Abraham que lo siga y lo cuide.
V.- El pueblo de San Andrés se halla engalanado para la fiesta. La pelea de los gallos se realiza en una pequeña cancha, a la que asiste mucha gente, entre apostadores y espectadores. Al frente se halla el juez, es decir, el dirimente de la pelea. Luego de una pelea preliminar, empieza el duelo entre el Carmelo y el Ajiseco. El favorito de los apostadores era este último, y todos creían que sería el ganador. Pero luego de una reñida pelea, el Carmelo se alza con el triunfo, aunque queda gravemente herido. Todos felicitan al padre de Abraham por la victoria de su gallo de pelea. Abraham carga al Carmelo y se lo lleva a casa.
VI.- Dos días estuvo el Carmelo sometido a toda clase de cuidados. Pero todo es en vano y expira, luego de dar su último canto, ante la consternación de toda la familia.
Análisis estilístico
En «El caballero Carmelo» Valdelomar evoca con ternura y sencillez la vida de la infancia, del hogar, del puerto y de la provincia. Su lenguaje es claro, expresivo y breve, todo lo cual supone una admirable destreza técnica.En este cuento encontramos también descripciones de fino impresionismo y una prosa que pone en relieve detalles llenos de colorido, en una estrategia cuya pretensión es dar vitalidad a los hechos comunes, a las cosas sencillas,como por ejemplo, la enumeración de las viandas que el hermano mayor distribuye a los miembros de la familia:
Quesos frescos y blancos envueltos por la cintura con paja de cebada, de la quebrada de Humay; chancacas hechas con cocos, nueces, maní y almendras; frijoles colados, en sus redondas calabacitas, pintadas encima con un rectángulo de su propio dulce, que indicaba la tapa, de Chincha Baja; bizcochuelos, en sus cajas de papel, de yema de huevo y harina de papas, leves, esponjosos, amarillos y dulces…Ingenuas y encantadoras son también algunas descripciones, como la de los animales del corral:
Venía hasta nosotros la cabra, refregando su cabeza en nuestras piernas; piaban los pollitos; tímidamente ese acercaban los conejos blancos con sus largas orejas, sus redondos ojos brillantes y su boca de niña presumida; los patitos, recién «sacados», amarillos como yema de huevo, trepaban en un panto de agua; cantaba desde su rincón, entrabado, el «Carmelo», y el pavo, siempre orgulloso, alharaquero y antipático, hacía por desdeñarnos, mientras los patos, balanceándose como dueñas gordas, hacían por lo bajo comentarios sobre la actitud poco gentil del petulante.Al mismo tiempo, con este relato la subjetividad entró de lleno en la narrativa peruana. Los acontecimientos importan más por las impresiones que producen en la conciencia de los protagonistas. El creador tiene una conciencia que valora y modula la realidad.
Por su lenguaje, materia y referencia, «El caballero Carmelo» y los demás cuentos criollos representaron una saludable superación del artificio y cultismo extremo de la prosa modernista, todavía en boga.
Análisis temático
En este relato, Valdelomar maneja la animización, por la cual los seres o entidades de la naturaleza son caracterizados con atributos humanos. El «Carmelo» ha sido dotado con las virtudes humanas como la caballerosidad y la nobleza, añadidas al arrojo y la valentía. El narrador le endilga de epítetos como «hidalgo», «amigo íntimo», «héroe», «paladín» y «caballero medieval». El gallo es el paradigma o emblema de un tipo de conducta deseable, al mismo tiempo que símbolo evocador de todo lo que es sano y hermoso en el mundo: hogar, campo, cielo, mar, ruralidad laboriosa. Frente a él se alza la arrogancia y la ruindad de su joven rival, el «Ajiseco» quien «no parecía ser un gallo fino de distinguida alcurnia» y que «hacía cosas tan petulantes cuan humanas: miraba con desprecio a nuestro gallo y se paseaba como dueño de la cancha». Cuando el «Carmelo» lo vence, simboliza también el triunfo de la nobleza sobre la vileza, la caballerosidad sobre la villanía, la autenticidad sobre la vanidad.Entre la ficción y la realidad
Tampoco Valdelomar se preocupó de reconstruir con fidelidad los detalles referentes a las peleas de gallos y a las características de estos animales, tal como lo ha demostrado Marco Aurelio Denegri en su libro Arte y Ciencia de la Gallística (Kavia Cobaya editores, Lima, 1999), citada por el biógrafo del escritor, Manuel Miguel del Priego:
«… tanto en la descripción del gallo Carmelo, como en la descripción de la riña en que éste participa y su secuela, Valdelomar cae en errores de nomenclatura y de comprensión de lo que verdaderamente ocurre durante una pelea de gallos y aún después. Así lo demuestra el polígrafo y experto en gallística Marco Aurelio Denegri en su libro acerca del tema, quien, implacablemente, deja en cueros, con las «plumas al viento», y privado hasta de su nombre al gallo de la narración, porque, como lo pinta Valdelomar, tiene características distintas a las que distinguen a un carmelo. El carmelo que lo es de verdad «tiene el dorso, los hombros y el arco del ala, de color pardo rojizo, acanelado; la golilla y la silla, de color anaranjado o rojo acastañado; el resto del cuerpo, blanco, y también la cola». El Carmelo del cuento, en cambio, adolece de «imprecisión cromática» –por ejemplo, no se llega a saber de qué color era su cola– y deviene «un remedo, un gallo de varios colores mal combinados, vale decir, un gallo de plumaje abigarrado», acaso «un carmeloide». Pero las inexactitudes enumeradas por Denegri con relación a muchos otros aspectos, y contenidas en el cuento, son tantas, que no nos animamos a reproducirlas, limitándonos a señalar que, en efecto –al menos, según nos parece– Valdelomar de gallística lo ignoraba todo, de pico a patas, y que, probablemente, no tuvo cómo documentarse acerca del tema estando en Roma, donde escribió su famoso relato sólo con la memoria del corazón, a muchas millas de Pisco o Lima, y en 1913, y con apenas los datos del niño de ocho o nueve años que era cuando probablemente tuvo lugar la anécdota que lo inspiró.9
Importancia
Jorge Basadre Grohmann, quien además de historiador es también uno de los más lúcidos críticos literarios, considera que con «El caballero Carmelo» se inicia el cuento criollo en el Perú, en forma de cuento costeño que retrata la vida del hogar provinciano. Aunque la más correcta definición sería «neocriollo», para diferenciarlo del antiguo criollismo, festivo y a menudo satírico, que contrasta con la nota de melancolía con que están teñidos los cuentos criollos valdelomarianos. Habría que agregar que estos cuentos son los que han marcado con mayor intensidad y duración el proceso de la literatura peruana. Con ellos prácticamente la narrativa peruana ingresa a la modernidad. Basadre señala también que con Valdelomar aparece por primera vez el niño como protagonista en la narrativa peruana.«Con el Caballero Carmelo puede decirse que comienza en el Perú el cuento criollo. Las Tradiciones de Palma algo de eso habían tenido en cuanto pintaban algunas características de nuestro ambiente pero fugazmente u opacadas por el paramento de la evocación. Las Tradiciones, tenían, además, predominante sabor limeño. Valdelomar supo perennizar en los cuentos que inician aquel libro la vida de la provincia y, al mismo tiempo, la vida del hogar. Como López Albújar hizo el cuento de la sierra, él hizo el cuento costeño. Además, es aquí donde recién aparece el niño como protagonista de la literatura peruana, que había sido tan adulta en el gimoteo romántico como en las risas de los epigramáticos. Y al mismo tiempo, nuestra literatura donde escasea el sentimiento del paisaje, se enriquece con estas visiones límpidas del puerto y del mar. La sensibilidad de Valdelomar, un poco femenina en su dulzura y en su delicadeza, se prestaba para miniar estas páginas autobiografiadas donde el recuerdo detallaba lo pintoresco»
Mensajes
Desde un punto de vista ideológico, la pelea del Carmelo y el Ajiseco puede interpretarse como un símbolo de la lucha entre dos prototipos de personalidades: el Carmelo representa la nobleza (es de buena estirpe), la caballerosidad (no usa malas tretas y se limita a atacar con sus patas armadas) y la autenticidad (no presume lo que no es), mientras que el Ajiseco representa la villanía (no parecía ser de alcurnia), la vileza (trata de imponerse a aletazos y picotazos) y la vanidad (era presuntuoso). El Carmelo triunfa y con él todas sus cualidades buenas y ejemplares, pero a costa de su propia vida. Pero su recuerdo perdura imborrablemente y sin duda allí es donde radica su mayor victoria.Algunos intentan «dilucidar» en el cuento un mensaje contrario a las peleas de gallos; sin embargo no es esa la intención del escritor. Lo que entristece al niño Abraham y a sus hermanos es que se haga pelear a un animal ya viejo, con el grave riesgo de que sucumba frente a un rival más joven. De acuerdo al contexto cultural de entonces (y aun de ahora) se considera que el gallo de pelea nace y vive para pelear (lo mismo se diría de un toro de lidia), al menos hasta donde las fuerzas lo permitan; no hay ninguna objeción al respecto, incluso el autor idealiza la lucha gallística y la compara con los duelos de caballeros medievales. Si se quiere entresacar mensajes del relato, estos serían:
- El amor filial y fraternal. La unidad familiar. El hermano mayor que retorna al hogar luego de recorrer el país (en busca de trabajo) y trae regalos para cada uno de los miembros de su familia (padres y hermanos).
- El entorno hogareño armónico. La madre, abnegada y cariñosa, que cumple devotamente sus tareas conyugales y vela por su numerosa familia. El padre que sale temprano a trabajar y que regresa al atardecer al hogar.
- El respeto a la autoridad paterna; a pesar de que la decisión del padre causa pesar a la madre y a los hijos, ninguno de ellos se rebela de manera desaprensiva contra tal decisión.
- El sentimiento de sincero respeto y admiración hacia la raza nativa, «los hijos del sol»; y en general hacia todas las personas sencillas dedicadas a tareas como la pesca y la artesanía.
- La sensibilidad por el sufrimiento de un animal; cuando el Carmelo es llevado a casa gravemente herido es «sometido a todo tipo de atenciones»; cuando muere, toda la familia queda apesadumbrada.